El dogma de la infalibilidad papal
Veremos qué es y que no es la infalibilidad papal, y en qué casos se
puede aplicar, además del hecho de que estuvo siempre presente en la tradición
viva de la Iglesia, y no es un invento modernista.
Autor: Christian | Fuente: apologia21.com
MITO: En 1870 el Papa decidió que era infalible
y su opinión irrefutable. Desde entonces los católicos creen que el Papa nunca
se equivoca. Si en algún tema el Papa cambia de postura, entonces está
demostrando por pura paradoja que su infalibilidad es pura ficción
Probablemente ningún dogma sea tan controvertido y
falseado dentro y fuera de la Iglesia católica como este, ni tan mal entendido
incluso para muchos católicos. Vamos a dividir este artículo en tres partes, en
la primera parte explicaremos por qué este dogma no es una invención moderna,
sino -al igual que todo dogma- la declaración oficial de una creencia de
siempre; en la segunda veremos qué no es la infalibilidad papal y en la tercera
vemos lo que realmente es y en qué casos se puede aplicar.
Antes de abordar el tema de la infalibilidad del
Papa en concreto hay que entender por qué los católicos creemos que el Papa es
el cabeza de la Iglesia por institución divina.
¿De dónde sacamos que Jesús nombró a un sucesor y
le dio poder para dirimir los conflictos? Pues del Nuevo Testamento. Creo que
cualquiera que leyera este texto por primera vez no tendría ningún problema en
ver claramente en este pasaje cómo Jesús instaura su Iglesia, pone a Pedro a su
cabeza y le confiere el poder de la infalibilidad:
"Bienaventurado
eres, Simón Bar-Joná, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro (Petros), y que
sobre esta piedra (petra) edificaré Mi Iglesia; y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y a ti daré la llaves del reino de los cielos; y todo
lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos". (Mateo
16:17-19)
En el
original griego, "petra" es piedra, más exactamente "roca
grande", y al igual que en castellano es sustantivo femenino. A Simón no
le puede dar un nombre femenino así que lo masculiniza y le llama
"Petros", o sea, exactamente la misma palabra pero cambiada de género
puesto que cambia el género de la cosa nombrada, algo de fácil comprensión para
un hablante de español.
Pero
aunque este pasaje se escribió originalmente en griego, las palabras dichas por
Jesús fueron en arameo, y en ese idioma la palabra para piedra es
"kepha" (por eso se le llama también Simón-Cefás) no varía, así que
lo que Jesús dijo originalmente es "Tú eres Kepha y sobre esta kepha
edificaré mi Iglesia". (Si desea profundizar más en esta cuestión puede
consultar nuestro artículo: ¿De dónde sacan los católicos que
Pedro fue el primer Papa?)
Otro
pasaje, palabras que Jesús le dijo a Pedro durante la Última Cena:
"Simón,
Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos, como trigo: Más
yo he rogado por ti a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas,
confirma a tus hermanos" (Lucas 22:31-32)
Cuando
Jesús resucitado se aparece a Pedro, perdona sus tres negaciones con otras
tantas bendiciones que señalan su futura función:
"apacienta
mis corderos... apacienta mis corderos... apacienta mis ovejas" (Juan
21:15-17)
Pedro es
el pastor, los cristianos los corderos, la verdad el alimento que nos debe dar.
Y que Jesús no tenía ninguna intención de dejar a su Iglesia abandonada a sus
propios recursos, sino que pensaba sostenerla y ayudarla a conservar la fe por
siempre, lo vemos en este otro pasaje:
"A
mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id pues, e instruid
a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y
estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros, hasta la consumación de los
siglos" (Mateo 28:18-20)
Esta guía
doctrinal vendrá del Espíritu Santo:
"Y
yo rogaré al Padre, y os daré otro Consolador, para que esté con vosotros
eternamente, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque
no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conoceréis, porque morará con
vosotros, y estará dentro de vosotros... Mas el Consolador, el Espíritu Santo,
que mi Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará cuantas
cosas os tengo dichas" (Juan 14:16-17,26).
Los
protestantes interpretan este pasaje como que Dios nos concedió a todos la
inspiración necesaria para entender e interpretar correctamente las Escrituras.
En tal caso no hay más que mirar su situación para ver que no ha sido así: cada
protestante tiene capacidad para variar la doctrina y crear su propia iglesia
(por eso hay miles de ellas). Los católicos creemos que sólo el Papa recibe
esta ayuda cuando se trata de interpretar la doctrina, por eso nuestra Iglesia
sigue siendo Una, Santa[1], Católica (= universal) y Apostólica.
PARTE 1
LA
INFALIBILIDAD DE LA IGLESIA Y SU MANIFESTACIÓN A TRAVÉS DEL PAPA
La
Iglesia, desde el principio, ha considerado que se pueden hacer declaraciones
oficiales infalibles en asuntos de doctrina de dos maneras: mediante concilios
católicos (universales) y mediante declaraciones papales (preferentemente
dentro de un concilio y arropado por él).
La
infalibilidad que Jesús garantiza a su Iglesia ("os lo enseñará
todo") cristaliza en su cabeza visible, el papa, de forma que sólo hay una
voz, sólo hay una fe, sólo hay una doctrina (sólo una libre de error, claro).
Esta promesa se da, como vimos, "hasta la consumación de los siglos",
así que no se limita a Pedro, sino a todos sus sucesores.
Jesús
promete enviar a su Iglesia el Espíritu Santo para que la mantenga libre de
error; no para que no exista la herejía, sino para que la Iglesia sepa librase
de ella y sobreviva. No dijo Jesús que las puertas del infierno no se
acercarían a la Iglesia, sino que no "prevalecerían" contra ella, o
sea, que en la lucha contra el mal y el error, la Iglesia saldría siempre
victoriosa, intacta.
Desde el
principio, los cristianos estaban convencidos de que el Espíritu Santo velaba
por su Iglesia y evitaba que las doctrinas erróneas (que enseguida
proliferaron) pudieran triunfar y asentarse dentro. Para ello, desde el mismo
inicio organizaron concilios donde discutir las diferencias que surgían,
convencidos de que en esos concilios el Espíritu les ayudaría a establecer la
verdad (véase en Hechos el Concilio de Jerusalén que organizaron los
apóstoles). Pero junto a los concilios vemos desde el principio la autoridad
mayor que muestra Pedro y luego sus sucesores.
Los
protestantes señalan que en el Concilio de Jerusalén no fue Pedro el
protagonista, sino Pablo, con lo cual cuestionan su papel de líder. Esto no es
correcto, Pablo no fue el líder del concilio, sino quien planteó la cuestión
que allí se trataba, o sea, quien llevó el problema buscando una solución.
Quien presidió el concilio tampoco fue Pedro, sino Santiago, pues era él el
jefe de la Iglesia de Jerusalén. Pero si leemos la descripción del concilio en
Hechos 15 vemos que solo se recogen dos discursos, primero el de Pedro, que
ofrece la solución que luego será aprobada, y luego el de Santiago, que
comunica la decisión del concilio y la justifica haciendo referencia a Pedro y
el razonamiento por él expuesto. Por tanto lo que vemos en el concilio es, más
allá de las formas en sí, a Pedro liderando las decisiones y siendo el punto de
referencia, aunque no el dictador que decide al margen de los demás. Con
concilio o sin él, un Papa debe estar arropado por la Iglesia, no actuar al
margen de ella, y en ese sentido el Concilio de Jerusalén marcó el modelo a
seguir.
Eso mismo
lo vemos en posteriores concilios, donde el patriarca de Roma tiene un peso
especial y su opinión es respetada por todos. La lapidaria frase "Pedro
habló por boca de León" recoge un buen ejemplo temprano de esta primacía.
El Concilio de Calcedonia (año 451) se reunió para decidir sobre el monofismo
(la creencia de que Jesús era sólo Dios, no hombre) que se estaban extendiendo
por oriente. Tras los debates, el patriarca romano, San León Magno, ratificó el
credo de Nicea y declaró las nuevas ideas herejes. Tras su declaración, toda la
asamblea (suponemos que excepto los herejes) dijo la famosa alocución:
"Esta es la fe católica. Pedro habló por boca de León". Las
definiciones dogmáticas de este concilio han sido reconocidas desde entonces
como infalibles tanto por la actual Iglesia Católica como por la actual Iglesia
Ortodoxa (las dos ramas en que quedó dividida la Iglesia original).
En el
ejemplo de Calcedonia, que no fue la excepción sino la norma, hablamos de 630
padres conciliares, de los cuales sólo cinco eran del patriarcado romano, y aún
así, su autoridad fue por todos aceptada como la principal. También vemos que
el Papa no actuó imponiendo su voluntad en contra del sentir mayoritario, al
contrario, recogió y dio forma sólida a ese sentir, y vemos también cómo la
Iglesia en su conjunto consideraba infalible la doctrina que se aclaraba y
fijaba (que no inventaba) en esos concilios.
Todos los
dogmas de antes y ahora son declaraciones formales de algo que ya existía en la
Iglesia, no ideas nuevas innovadoras que cambian la doctrina. Como vimos en el
ejemplo anterior, la creencia en la infalibilidad de la Iglesia ya estaba
establecida desde siempre, y el papel de Pedro y sus sucesores como cabezas de
esa Iglesia también, aunque es cierto (y en esto las épocas pueden variar en
uno u otro sentido) que a lo largo de los siglos el papel del Papa fue
adquiriendo cada vez más relevancia y focalización. Esto se puede considerar
deseable o un exceso, pero no un error doctrinal o una ruptura con la
tradición. Precisamente el tener una sola voz es una de las grandes bazas de
nuestra Iglesia y la garantía de unidad.
Así pues,
en contra del mito, El Papa ni antes ni ahora actúa como un individuo dotado de
poderes especiales que le sitúan por encima de la Iglesia, sino que está dotado
para funcionar como catalizador, purificador y condensador de las ideas de esa
Iglesia. El Papa no es un dictador doctrinal que impone sus ideas, es la cabeza
visible y única que asume y difunde con una sola voz la doctrina de toda la
Iglesia. Si un Papa se inventara una doctrina y pretendiera imponerla en contra
del sentir general de la Iglesia, entonces tendríamos que admitir que "las
puertas del infierno" han prevalecido contra la Iglesia, y eso todos los
cristianos estamos de acuerdo en que no es posible.
PARTE 2
¿QUÉ NO
ES LA INFALIBILIDAD PAPAL?
NO ES
INSPIRACIÓN DIVINA
Muy por
el contrario de lo que piensan muchas personas, la infalibilidad no significa
que el Papa esté divinamente inspirado. Los Apóstoles y los Evangelistas
recibieron este don, y sus escritos son aceptados como palabra inspirada por
Dios. Más la Iglesia no afirma que el Papa esté inspirado, o que reciba alguna
revelación divina, estrictamente hablando. Así, el Concilio Vaticano I (el
mismo que proclamó este dogma) declara:
"Porque
el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que
ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del
Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la
revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles".
Por tanto
el Papa no puede (ni mediante declaración dogmática ni ninguna otra) poner,
quitar o modificar doctrinas de fe. Su misión es sólo preservarla y
transmitirla tal como nos llegó desde los apóstoles y mantenerla libre de
error.
NO ES
IMPECABILIDAD
Es muy
deseable que el papa, como cabeza más visible de la Iglesia, sea hombre de grandes
virtudes y refleje en su vida los valores cristianos. Pero no es esa su
función, su función es la de ser guardián de la fe, y si él como persona es un
santo o un escandaloso pecador, eso tendrá consecuencias terribles para las
relaciones públicas de la Iglesia, pero no para su integridad. Aún así, como es
de esperar, la mayoría de los papas han sido poseedores de grandes virtudes:
De los 30
primeros papas, 29 murieron mártires por defender su fe (verdad es que los
historiadores modernos ponen en duda algunos casos, pero ello seguiría dejando
un porcentaje abrumador). De los 260 papas que ha habido, 69 han pasado a
considerarse santos por sus grandes virtudes cristianas. Sólo 6 de ellos han
sido de vida depravada (6 de 260!). Pero incluso algunos consideran que esos 6,
o aunque fuese uno solo, son suficientes para no creer que los papas sean
elegidos por inspiración del Espíritu Santo. A los que piensan así (católicos y
no católicos) habría que recordarles que el mismo Jesús eligió directamente a
sus 12 representantes y de ellos 1 fue Judas, que le traicionó (1 de 12). Con
un poco de sana broma podríamos añadir que la Iglesia ha mejorado la proporción
con mucho (pero mejor no lo decimos porque si alguien no capta la ironía del
comentario podría considerarlo blasfemo). Y aún así, esas 6 ovejas negras del
papado son un gran punto a nuestro favor, pues aunque hicieron mucho daño a la
Iglesia en muchísimos aspectos, el Espíritu Santo, que les había elegido por
alguna razón, hizo que a nivel doctrinal mantuvieran limpia y clara la fe de la
Iglesia. Ni uno sólo de ellos causó el menor daño a la doctrina, incluso
algunos lucharon eficazmente por limpiarla de algunas nuevas herejías. Esto
prueba que el Espíritu se asegura de que el papa, en su misión de guardián de
la doctrina, mantenga su infalibilidad, pero a nivel humano, cada Papa tiene
que luchar con sus propias tentaciones igual que los demás, no posee a ese
nivel ningún privilegio que le haga las cosas más fáciles.
Y yendo
mucho más atrás y atacando al mismo primer papa, Pedro, los hay que dicen que
Pedro dio muestras de muy poca infalibilidad doctrinal cuando fue capaz de
negar a Cristo tres veces. Ante esto podemos decir por un lado que lo que hizo
Pedro en las negaciones no fue una declaración doctrinal, sino mentir por miedo
a que le mataran (con lo que sería un asunto de impecabilidad, no de
infalibilidad), y si esto no basta, hay que recordar que Pedro fue
"nombrado papa" más tarde, cuando Jesús ya había resucitado, por
tanto en esos momentos todavía no era Papa ni había recibido del Espíritu Santo
en Pentecostés la prometida infalibilidad.
Los
protestantes a menudo mencionan también el famoso conflicto entre Pedro y Pablo
mencionado por Pablo en su carta a los gálatas, conflicto que probablemente fue
posterior al mencionado Concilio de Jerusalén. El concilio había decidido que
los cristianos no necesitaban sujetarse a la Ley de Moisés. Pedro fue a
Antioquía, donde estaba Pablo, y allí comía con los cristianos de origen pagano
(algo considerado impuro por los judíos). Pero llegaron de Jerusalén unos
cristianos judaizantes que no veían eso con buenos ojos, y por alguna razón
(por evitar censuras o evitar conflictos) Pedro dejó de comer con los de origen
pagano y muchos cristianos de origen judío le imitaron. Pablo, justamente,
reprende a Pedro en público por su conducta acomodaticia. Pero esto no es una
prueba de que Pedro cae en el error doctrinal, simplemente es un ejemplo de los
defectos de todos los seres humanos, incluido el papa, incluido San Pedro (solo
Jesús estuvo libre de defectos). El hecho de que Pablo reprendiera a Pedro
públicamente tampoco significa un desprecio a su papel de líder y menos aún es
la prueba de que Pedro no era líder de nada. Si Pedro o un Papa son hallados en
una conducta reprensible, hasta el más "insignificante" de los
cristianos católicos tiene perfecto derecho a levantar su voz y reprenderlo,
pues con ello no se pone en cuestión su papel vicario sino que simplemente se
pone en evidencia su debilidad humana y su falta de cohesión.
En el
Concilio de Jerusalén Pedro mostró las cualidades que debe mostrar un Papa
(sobre todo en asuntos doctrinales). Pablo no se inventó una doctrina nueva y
le convenció de ella a Pedro, Pablo razonó y aclaró a Pedro que lo que él
proponía (que los gentiles no necesitaban sujetarse a la ley de Moisés) se
derivaba directamente del espíritu de la doctrina de Jesús, y razonó por qué.
Sólo después de escuchar a Pablo y a los demás, tomó Pedro la decisión, también
basándose en inferencias sobre las Escrituras, y tras su declaración, el asunto
quedó zanjado, no por imposición de Pedro, sino porque su decisión fue
reconocida correcta por todo el concilio (lo cual vemos por el discurso oficial
de Santiago, el que presidía). Ahí tenemos a un papa, no a un dictador ni a un
iluminado líder carismático.
EL Papa
SE CREE PERFECTO Y LOS CATÓLICOS ASÍ LE CONSIDERAN
por eso
le llaman "su santidad")
El título
de "su santidad", independientemente de que nos guste ahora más o
menos, es simplemente un título honorífico, no indica que sea realmente santo,
de lo contrario todos los papas pasarían automáticamente a ser declarados
santos tras su muerte, y la mayoría no lo son. La santidad depositada en el
Papa se refiere más bien al cargo que representa como vicario de Cristo, no a
él como persona humana. Es la santidad del Espíritu Santo que protege su
función y la santidad de Jesús, al que representa, lo que reconocemos al
llamarle "su santidad".
Pero
tampoco tiene ningún fundamento quienes dicen que el Papa (además de ser el
anticristo) se cree, o intenta hacer creer, que es santo y perfecto. El Papa
reconoce tener las mismas debilidades a que están sujetos todos los demás
hombres. Todas las mañanas al principiar la Misa, dice humildemente al pie del
altar: "Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso... que pequé gravemente
en pensamiento, palabra y obra". Asimismo, al ofertorio de la Misa, ora:
"Recibe Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta Hostia inmaculada,
que yo indigno siervo tuyo, te ofrezco por mis innumerables pecados, ofensas y
omisiones". Definitivamente, no parecen estas palabras de una institución,
el papado, que se considera libre de pecado.
LOS
CATÓLICOS ADORAN AL PAPA
Los no católicos se escandalizan
de que un ser humano pueda arrogarse el don de la infalibilidad, que sólo
pertenece a Dios, y lo declaran blasfemia. Pero el asunto a veces queda
englobado en algo mucho peor: en muchos blogs protestantes he leído
repetidamente la acusación de que los católicos "adoran" al Papa (y a
la Virgen, y a los santos, incluso a las imágenes y reliquias) en lugar de
adorar sólo a Dios, por lo que somos idólatras y en realidad no somos
cristianos (!!).
Esto es un grave error de
apreciación, cualquier católico se escandalizaría si su parroquia organizara un
acto para "adorar al papa". Sólo se adora a Dios, punto. Lo que los
protestantes no entienden (los ortodoxos sí) es lo que nosotros llamamos
"venerar". Venerar es mostrar un profundo respeto, amor y devoción
por algo que nos acerca a Dios de una u otra forma. Una imagen nos puede ayudar
a conectar psicológica y emocionalmente con lo sagrado, por eso se puede
venerar, los santos (incluida la más santa de los santos: María) nos acercan a
Dios con su ejemplo y su intercesión, por eso se pueden venerar.
Pero la veneración es un acto tan
religioso como humano. Una persona puede venerar a sus padres porque los ama y
respecta profundamente, un patriota puede venerar a su país, y un enamorado
puede sentir una total veneración por la foto de su amada que tiene puesta en
el salón (no porque ame a la foto, sino porque al mirarla se siente más cerca
de su amada, la siente más presente) y nadie les puede acusar de idólatras por
ello. Cuando alguien nos acusa de idolatría por rezar y emocionarnos ante una
imagen es como si alguien acusara de adulterio al marido que, estando su esposa
ausente, se emociona y habla con su retrato al irse a dormir. Y volviendo al
tema concreto del papa, los católicos, que le consideramos representante
(vicario) de Cristo en la Iglesia, le veneramos y respetamos porque representa
a Jesús, no por sus propios méritos.
PARTE 3
¿QUÉ ES REALMENTE LA
INFALIBILIDAD PAPAL Y CUÁNDO ES EL Papa INFALIBLE?
En 1870 El Concilio Vaticano I
(reunión de obispos, teólogos, etc) declaró el dogma de la Infalibilidad papal
con las siguientes palabras: "El Romano Pontífice, cuando habla ex
cathedra (= con autoridad), esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de
pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad
apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida
por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el
bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso
que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por
esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el
consentimiento de la Iglesia[2], irreformables." (Constitución dogmática
Pastor Aeternus, Cap 4)
O sea, no se declara que todo lo
que dice el Papa sea infalible, sólo lo es cuando hace una declaración formal
en ciertas condiciones. El propio Catecismo de la Iglesia (-891) nombra tres
condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea ex
cathedra:
1- El Papa debe hablar "como
Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus
hermanos". (o sea, debe dirigirse a y hablar en nombre de la Iglesia
universal, no por cuenta propia expresando su opinión personal)
2- El Papa "proclama por un
acto definitivo la doctrina". (Cuando el Papa claramente expresa que la
doctrina es definitiva, no puede cambiar)
3- El Papa habla "en
cuestiones de fe y moral" (por tanto no es infalible si habla de ciencia,
política, economía, deportes o lo rico que está el repollo)
La misión de la Iglesia, y por
tanto del papa, es la de preservar pura y sin contaminación la doctrina
original cristiana tal como nos fue entregada por los apóstoles, y ninguna
declaración ni dogma puede añadir o quitar nada a la doctrina original, sólo
clarificarla y preservarla. El Papa no es el autor de la Revelación, sino su
infalible intérprete y expositor. No tiene autoridad para quebrantar la ley
divina o cambiar un solo ápice de la Escritura. Sus funciones se limitan a
trasmitir incólume la fe a través de los siglos.
A esto se añade, en la práctica,
que el Papa se convierte en portavoz y árbitro de la voz de la Iglesia, pero no
puede usar su infalibilidad para oponerse a ella. Dicho de otro modo, el Papa
puede "fijar" una doctrina que es aceptada por la mayoría, incluso
tomar partido cuando hay conflicto de opiniones, pero si pretendiese imponer a
la Iglesia algo nuevo, algo que la Iglesia no cree... bueno, ya lo comentamos
anteriormente, las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia
así que esta situación se considera imposible.
Total, que teniendo en cuenta
todo lo que hay que tener para que una declaración papal se considere
infalible, sólo se ha invocado oficialmente dicha infalibilidad en dos
declaraciones papales, las declaraciones de los dos últimos dogmas marianos (la
Inmaculada Concepción, 1854 y la Asunción, 1950), que son al fin y al cabo
creencias aceptadas ya por la Iglesia primitiva (los mismos ortodoxos comparten
estas creencias aunque las rechazan como dogmas porque no aceptan la autoridad
del papa). Esto no quiere decir que con anterioridad no se considerasen
infalibles declaraciones formales hechas por papas o concilios, pero vemos que
estrictamente hablando, tras la declaración del dogma en 1870 sólo una vez el
Papa ha usado esta infalibilidad para afirmar como dogma algo que la Iglesia
siempre había ya creído. Juan Pablo II, por poner un ejemplo, fue Papa durante
27 y gobernó la Iglesia estupendamente bien sin necesidad de usar ni una sola
vez la prerrogativa de infalibilidad.
Pero puede que la cuestión no sea
tanto si la Iglesia (en concilio o en su cabeza, el papa) es infalible como si
realmente era necesario y conveniente declararlo dogma. Al fin y al cabo, la
Iglesia llevaba 19 siglos asumiendo que el Espíritu Santo la libraba de todo
error, y nunca había sido necesario crear un nuevo dogma oficial en torno a
ello. Francis Simons, obispo de Indore, escribió:
"En general los teólogos
aceptan que sólo dos definiciones doctrinales de los papas reúnen con seguridad
las condiciones requeridas para ser infalibles: las que se refieren a la
inmaculada concepción de María y a su asunción en cuerpo y alma al cielo. Ambas
definieron lo que ya era aceptado en la Iglesia de un modo general. Es, pues,
difícil creer que realmente urgiesen o fuesen necesarias semejantes
definiciones. Una prerrogativa que quizá sólo se ha usado dos veces en 1.900
años, y aún entonces únicamente para definir unas doctrinas que no precisaban
con urgencia una definición infalible, difícilmente puede ser una prerrogativa
necesaria."
Un católico no puede negar la
infalibilidad pero es una opinión respetable pensar, como este obispo, que no
era necesario proclamarlo como dogma. Aún así, su afirmación de que esa
prerrogativa "sólo se ha usado dos veces en 1.900 años" es ambigua y
confusa. Si se interpreta como que la declaración de un Papa sólo ha sido
infalible en dos ocasiones, es falso. Como hemos visto anteriormente, desde el
principio Pedro y sus sucesores han hablado con infalibilidad en numerosas ocasiones.
Lo que ocurre es que al transcurrir de los siglos, la doctrina de la Iglesia ha
ido siendo fijada y cada vez era menos necesario el uso de la infalibilidad. Lo
que sí es cierto es que, tal como se definió el dogma de la infalibilidad y las
condiciones para su cumplimiento, sólo se ha utilizado esta manera concreta de
proclamar una doctrina infalible en dos ocasiones.
Muchos opinan que si esta verdad
no se hubiera convertido en dogma, la reconciliación de las diferentes iglesias
cristianas sería más fácil, otros opinan que sin proclamar alto y claro esta
verdad, precisamente en estos nuevos tiempos de acercamiento y diálogo -y de
relativismo- se correría el serio peligro de "negociar" verdades de
fe para buscar un compromiso, y la verdad es innegociable. Se puede considerar
que la declaración del dogma fue conveniente o inconveniente, pero no es
correcto decir que esta verdad fue "inventada" en 1870, la creencia
de que el Espíritu Santo mantenía a su Iglesia libre de error (a través del
Papa o de los concilios) la encontramos bien asentada desde el principio.
Y en cuanto al enfoque puramente apologético, no podemos esperar que un
no-católico acepte que el Papa es infalible en alguna circunstancia, pero al
menos sí podemos intentar hacerle entender qué significa realmente esta
creencia para que no sigan repitiendeo de buena fe aquell falsedad de que los
católicos creen que el Papa "nunca se equivoca" en lo que dice.
[1] "Santa" es por su carácter
sagrado, por pertenecer a Dios, no porque sus miembros sean todos santos. En
otras palabras la Iglesia es santa aunque sus miembros somos todos pecadores.
[2] "Y no por el consentimiento de la Iglesia" significa que la
autoridad del Papa no proviene de un acuerdo adoptado por la Iglesia
cediéndosela, sino que proviene de Dios.
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