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sábado, 10 de marzo de 2012

El Hijo Pródigo. Sábado de la 2ª semana.

Lucas 15: 31-32 ―Entonces el Padre le dijo (al hijo mayor) ―Hijo, tú estas siempre conmigo, y todo lo que es mío es tuyo. Pero tuvimos que celebrar y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y ha sido hallado.‖
Esta parábola tiene obviamente la intención de subvertir uno de los temas favoritos en el Antiguo Testamento, esto es, el elegido, y el rechazado. Debido a la mala conducta del hijo mayor hacia su padre, los escuchas están esperando que se repita la historia de Jacob y Esaú, Jacob, el hijo más joven, fue elegido por Dios, mientras que Esaú, el mayor, a quien los derechos de sucesión legalmente pertenecían, fue rechazado. La expectación apunta a que el hijo mayor en esta historia, va a ser igualmente rechazado, y los oyentes, quienes por ahora se habrían identificado con el hijo menor, puedan regocijarse con éste por ser la persona especialmente elegida por Dios.
La conducta del padre, sin embargo, destruye la idea de Israel como „pueblo elegido‟. En vez de rechazar al hijo mayor por su falta de respeto, el padre afirma: “Tú estas siempre conmigo; todo lo que tengo es tuyo”. Así, al hijo mayor le es dada la certeza de su participación en la herencia a pesar de su mala conducta. Justamente cuando el hijo más joven es recibido de vuelta, a pesar de haber dilapidado el medio de sustento de su padre, el hijo mayor, quien ha pecado contra el cuarto mandamiento por su insolente falta de respeto, es readmitido al favor del padre. Este último, hizo a un lado las ofensas de sus dos hijos. Igualmente hace a un lado su honor personal y el código legal. Se mostró igualmente desinteresado en la inmoralidad de su hijo más joven, como en la ofensiva auto-justificación que es la preocupación del mayor.
¿Qué es lo que emerge como preocupación primaria del Padre en esta parábola? Es mantener unidos a sus dos hijos: mantenerlos unidos en el amor. Ambos son culpables de severas fallas y Él quiere perdonarlos a ambos. Esta principal preocupación no es de justicia, sino de misericordia. El Padre comunica su amor incondicional a sus dos hijos, de tal manera que estos a su vez puedan mostrase misericordia uno con el otro. De acuerdo con Jesús, Su Padre celestial no está interesado en códigos legales ni convencionalismos morales; Él busca la unidad de la familia humana, el derribamiento de las barreras y divisiones, y el triunfo de la compasión por la manifestación de los valores maternales, simbolizados en esa cultura por el afecto desbordante y nutricio.
La parábola debió de haber dejado a su audiencia judía con sus bocas abiertas de asombro. Lo que ellos pensaron que era su mayor reclamo de la protección y el amor de Dios, Su libre elección de ellos como Su pueblo elegido, está profundamente indeterminado en esta parábola. El hecho es que cada uno es elegido. Esto incluye a ambos, los pecadores públicos, quienes conocen que ellos han ofendido a Dios; y los auto-justificados que niegan su complicidad en el pecado. Este Padre, perdona a los dos, pero les manda
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vivir juntos en paz y en común preocupación entre ellos—la clase de preocupación que el Padre ha mostrado al mandar a Su Hijo al mundo como señal de Su perdón a todos y cada uno. (De “El Reino de Dios es como…”)
Oración: Padre, Tú perdonaste al hijo pródigo en su desenfrenada búsqueda del placer, despilfarrando en el proceso, la herencia que Tú le diste. Tú perdonaste al hijo mayor por su auto-justificada condena de su joven hermano y del tierno perdón que Tú le otorgaste. Tú insististe solamente en que vivan como Tus hijos, juntos en paz. Que conozcamos Tu infinita Misericordia y la compartamos con mutuamente como individuos, así como entre naciones, razas, religiones, grupos étnicos, vecinos, núcleos familiares y parientes.

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