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lunes, 12 de marzo de 2012

La Gracia de la Debilidad. Lunes de la tercera semana.

Lucas 4:28-29 ―Cuando ellos escucharon esto, todos en la sinagoga se llenaron de rabia. Se levantaron, lo sacaron fuera de la ciudad y Lo dejaron en la cima de la montaña, en la cual había sido construida su ciudad, desde donde pudieran despeñarlo.‖
El ministerio, especialmente el bueno, es un juego perdedor. Pablo detalla la larga lista de dificultades, incluyendo “un aguijón en la carne”, que estaba interfiriendo con su paz mental. Él se mantuvo orando a Dios para que lo libere del problema. Uno podría pensar que Dios habría respondido favorablemente a tan gran apóstol, haciéndole las cosas más llevaderas para él, o aún, lo hubiera proveído con algún lujo especial. Pablo estaba trabajando a lo largo del mundo conocido de su tiempo, esparciendo el Reino de Dos y, ¿qué consiguió? Naufragios, prisiones, lapidaciones, rechazos, persecuciones, y la traición de falsos hermanos. ¿Por qué no pudo Dios, infinitamente poderoso hacer algo para suavizar el camino de el divino mensaje?

Las dificultades son un tropiezo para cualquiera, especialmente cuando uno está trabajando para Dios. No podemos obtener suficiente dinero, suficiente ayuda, una decente acogida. Si finalmente nos topamos con gente buena, comienza a nevar o viene un huracán, y nadie puede venir. Este Dios nuestro, no es predecible. Esto es lo que las parábolas puntualizan. Éstas tratan de preparar nuestras mentes para una diferente clase de expectativas de las que traemos con nosotros desde la temprana niñez, y con las normas sociales y aún nuestros grupos religiosos de apoyo.

Pablo estaría pensando: “Yo estoy trabajando para Ti Señor, arriesgado mi vida por Ti, y este aguijón en la carne me está dejando caído. ¿Puedes Tú hacer algo al respecto?” Ha habido mucha discusión académica respecto de qué pudiera significar “aguijón en la carne”. No era un problema abstracto; era en la carne. Tal vez tenía artritis; tal vez un problema emocional. Quizás tenía una agresiva personalidad que causaba desasosiego en sus amados discípulos. Quizás era impetuoso y tenía una lengua aguda. Sea lo que fuera, era serio. Él imploró al Señor una y otra vez diciendo: “Déjame fuera de este lío; ayúdame,
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ayúdame”. Y la respuesta vino: “No hay nada qué hacer; Yo prefiero la forma en que suceden las cosas. Mi poder se hace perfecto en la debilidad. Estas son noticias. Dios está más complacido con nuestras debilidades que con nuestros éxitos. ¿Por qué? Quizás porque para la mayoría de la gente, el éxito es contraproducente. Hasta que hemos sido apachurrados, pisoteados, rechazados, confrontados, perseguidos, y hemos soportado toda clase de dificultades, el éxito es difícil de manejar. La experiencia de nuestras debilidades es un don especial de Dios. (De “El Reino de Dios es como…”)

Oración: Oh Espíritu Santo, que Tu Don de Fortaleza nos sostenga en tiempos de prueba y tentación, y nos capacite a nunca rendirnos, desistir, o escapar.

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