Categoría: El Camino A La Conversión
Tema: Experiencias y Testimonios de Conversión
Autor: Francisco Delgado.
Fuente: Religión en Libertad
Suso del Pino convertido por el poder de
la Santa Cruz
Era adicto al sexo, a las drogas... Un
impactante y desgarrador testimonio de conversión.
De una adolescencia y juventud marcada por el pecado y
la degradación… A predicar la palabra de Cristo por todas partes y servir a los
más despreciados y olvidados de la sociedad. Todo ello gracias al gran poder de
la Cruz.
El madrileño Suso del Pino relató su historia personal
en el marco de las Jornadas de testimonios de conversión organizadas por
Apóstoles de la vida. La conferencia tuvo lugar el viernes 7 de febrero de 2014
en la parroquia de Santa Teresa y San José, en la plaza de España de Madrid.
La Cruz, firma de Dios
Suso empieza la charla explicando la relación entre la
Cruz y las matemáticas místicas: "La humanidad no se ha dado cuenta en 35
siglos de que la Santa Cruz, de forma matemática, está en todo lugar. En el
teclado de un teléfono móvil, en el genoma humano, en las órbitas celestes…
Dios ha firmado matemáticamente su creación. Hay cruces por todos lados".
Como devoto de la Santa Cruz, antes de iniciar el
relato de su vida lee una breve oración escrita por él mismo: "Quisiera
que el testimonio de mi vida fuese siempre para Dios una poesía, sin necesidad
de lápiz y papel, donde mi sufrimientos fuesen rimas dulces para Él. Porque
tampoco se puede escribir con palabras su ofrecimiento por mí en la Cruz".
Infancia en Alcalá
Jesús del Pino nació el 3 de diciembre de 1978. Por
las complicaciones previas al parto, sus padres prometieron al Señor que si
nacía bien se llamaría Jesús. Bautizado en 1979, a los ochos meses de vida su
familia se trasladó del madrileño barrio de La Elipa a Alcalá de Henares, a
pocos kilómetros de la capital.
En su infancia se le fue despertando "la
conciencia de un niño tímido". Sus padres en principio participaban de los
sacramentos, pero cada vez con menos frecuencia: los fueron abandonando.
Uno de los pensamientos que marcó su infancia fue la
necesidad de encontrar "el sentido de la muerte". Debido a esta
angustia no resuelta comenzó a tener pesadillas en las que presenciaba a sus
"familiares de cuerpo presente".
Su miedo importante a las sombras que veía en su
habitación lo cubría con las sábanas. Su madre le animó a rezar y así aprendió
sus primeras oraciones. De todas formas, sintió la necesidad de tapar sus
miedos "con cualquier novedad o deleite".
El mal de la pornografía
Por aquella época estaba en auge la pornografía en la
televisión. Los dos rombos se incrustaron en las pantallas de muchísimos
hogares. Suso Del Pino cayó en la tentación de aficionarse a lo que, según
reconoce ahora, es "un mal que rompe todas las estructuras
familiares".
El madrileño explica las nefastas consecuencias que
tuvo la pornografía desde su infancia y en adelante: "A pesar de mi corta
edad, la curiosidad natural comenzó a echarme a perder. La pornografía empezó a
ser un estímulo para mi vida; fue mi primer parche para tapar todos mis miedos.
Comenzó a hacer estragos en mi pobre y pequeña mente. Aquellas sombras que veía
de pequeño no iban a ser nada al lado de las sombras de la pornografía. Me iban
a acompañar toda la vida. Toda la vida."
Así, se convirtió en una "persona fría y
puramente materialista, como tantos millones de españoles minados por este
mal". Además, adquirió "el hábito pernicioso de la
masturbación". Añade: "Comencé a crearme sin ser consciente un espejo
donde cada vez me gustaba verme a mí mismo, rompiendo de esa manera la
posibilidad de verme más bien en los demás, impidiendo así el desarrollo de mi
madurez".
A pesar de esto tomó la Primera Comunión en los
jesuitas de Alcalá de Henares. Su madre tenía un interés especial en que fuera
sacerdote, pero Suso recuerda que en la Iglesia sólo hacía "tropelías como
quitarles las monedas a los pobres".
Caída con drogas y sexo
Buscaba sensaciones cada vez más fuertes. Su
"sexualidad mal concebida" comenzó a "alimentarla", además,
con las drogas. Reconoce que con 15 o 16 años "ya era fumador habitual y
ya coqueteaba con el hachís". Esta fue su "primera anestesia para
evadirme cobardemente de la realidad, sin pensar en que existían otros cauces
para tener una vida plena y dichosa", se lamenta ahora.
Su primera relación de noviazgo duró siete u ocho
meses: la "más duradera" de toda su vida. A partir de ahí no quiso
"tener más novias con el fin de no engañar a nadie, pero no quería
reconocer mi flaqueza y mi debilidad". Confiesa que "no era
infrecuente que estuviera con varias muchachas a la vez, eso alimentaba mi ego,
sin importarme apenas sus sentimientos".
Recuerda con arrepentimiento su primera relación
sexual completa: "Con una muchacha del barrio con la que de mala manera
perdí mi flor blanca, la misma flor que más adelante a Dios he rogado con dolor
en muchas ocasiones que me devolviera". Desde este momento en adelante
todo en su vida estará "dimensionado por el puro placer y diversión, por
el simple pasatiempo".
Rehén de la noche
Empezó a trabajar en un bar de copas de Alcalá y su
vida se acotó a un ambiente de alcohol y drogas. "Sin darme cuenta la
noche me absorbía paulatinamente", explica, "mientras observaba que
mi fama parecía subir como la espuma, conociendo nuevos amigos guays que
trabajaban en otros bares". Tenía "un montón de cosas" que en
aquel momento veía como "buenas: alcohol gratis, chavalas muy fáciles,
amistades muy bien relacionadas y un largo etcétera".
En aquel momento no era consciente de que "caía
al precipicio al son de tambores, tal como describía Don Bosco en uno de sus
sueños proféticos; según él esta sería la forma en que los jóvenes se
precipitarían al infierno en los últimos tiempos".
"No era consciente del mal que hacía a
Dios", asegura ahora. Con 24 o 25 años entró en su etapa "más
nociva" con la noche. Inició el "consumo esporádico de cocaína"
y, para comprarla, "robaba esporádicamente de la caja registradora"
del bar donde trabajaba. "En ocasiones me invitaban incluso a presenciar
orgías", declara.
Define la cocaína como "la droga preferida del
demonio, porque las mentiras salían como nunca las habías dicho". Y la
ilusión de que llevaba una vida sana se sustentaba "simplemente por el
hecho de ir al gimnasio".
Una herida cambia su vida
El fin a esta "doble vida", después de que
le hubieran hecho un contrato fijo, llega de forma "providencial",
con "una herida en la espalda". Del Pino entra en un periodo de
"completa tiniebla" y se ve obligado a dejar el trabajo en la noche
por el dolor ciático. "Me hizo salir de estos caminos torcidos".
Entonces, un día, tumbado sobre su cama,
"empezaron a venirme unos recuerdos de la infancia", incluidos sus
temores a la muerte y sus pesadillas. Él explica así su reacción a ese momento
impactante: "Pego un salto de casi un palmo, empecé a llorar, rompí a
llorar. Aquello me atravesó completamente. A mis padres comencé a abrazarles y
a darles muchos besos. Si pudiese expresarlo gráficamente: fue como si la
infección de una herida saliera hacia fuera para que esta pudiese quedar
sanada".
Entonces comenzó a explicarles a sus padres que vivían
"la muerte en vida, el pecado", pero ellos "no lo podían
comprender" y vivían aquella escena como "una circunstancia
surrealista". Sus padres estaban "muy nerviosos". Él se fue a la
cama para tranquilizar los ánimos, pero entonces "una señora
desconocida" irrumpió en su cuarto con "una jeringuilla para
pincharle".
Una ambulancia le condujo a la planta de psiquiatría
de un hospital. "Fue una experiencia muy dura para mí. Me llevé golpes,
había personas que se subían a mi espalda. Mi enfermedad de espalda no me valió
de justificación para salir de allí".
Cura a una endemoniada
Una de las mujeres ingresadas permanecía todo el día
atada. "Estaba desencajada y solo sabía decir obscenidades. No la dejaban
que tuviera las ventanas abiertas". Un día que ella no paraba de
insultarle, Suso llegó a la conclusión de que estaba poseída por el demonio.
"Yo muy templado fui hacia ella con carne de misericordia, levanté la mano
le puse la mano en la frente, dije "déjala en el nombre de Jesús".
Cerró los párpados con fuerza y cayó redonda. A los dos días la dejaron
salir". Según explica, a esta mujer y a otra las habían ingresado porque
habían hecho una sesión de espiritismo.
Para él el psiquiátrico es una especie de recreación a
pequeñísima escala del infierno. Entonces comenzó a combatir su sequedad
interior con la lectura de las escrituras y se empezó a plantear cómo ayudar a
la Iglesia.
Durante unas vacaciones en casa de su hermano, tuvo
otra experiencia mística. En medio de la noche empezó a oír un ruido muy fuerte
al ritmo de su corazón y un torrente de luz impresionante invadió su
habitación. Él asocia la escena a una de los apóstoles con el Señor. Sintió
mucha paz, rezó un padrenuestro, y a los 5 o 10 minutos la luz desapareció.
La semilla misionera
Recuerda así la transformación que experimentó gracias
al Señor. "El Señor me concedió una gracia enorme. Fue mi medicina. El
Señor sembró en mi corazón una semilla misionera. Dentro de mi deseo de querer
morirme, me hice un planteamiento muy cristiano: si de verdad quiero morir,
¡por qué no dar mi vida por una razón! Si me iba de misionero, a lo mejor los
mosquitos podían acabar conmigo".
No le dejaron viajar como misionero, así que se
planteó ser misionero en la vida cotidiana. Así empezó su "saneamiento
natural, sin pastillas".
De todas formas, el camino no fue fácil ni recto.
"Me eché de nuevo a perder. No fueron efectivos los sacramentos por hacer
mal uso de ellos". Volvió a los "malos caminos de mujeres,
prostitutas, drogas y pornografía", que le llevaban "al mismo bucle
una y otra vez".
Entonces él camina "a tientas buscando una
evidencia que pudiera llevarme de nuevo al Señor". Visita el monasterio de
El Escorial descalzo y eso consigue elevarle el alma. Hizo un intento frustrado
de viajar a Roma a ver al Papa. Se convirtió en oyente de Radio María. Con ello
perdió popularidad entre sus amigos.
Entonces comenzó un voluntariado en hospitales
psiquiátricos, acompañando "a los más despreciados y los más olvidados
entre los más olvidados". En esa época tuvo otra "experiencia
tremenda, inefable", en la que "empezó a ver la majestad del
sol".
Con Cristo a todas partes
Cometió el "error" de contarle esta
experiencia a su padre, porque él pidió su reingreso en el psiquiátrico.
Recuerda que allí no le dejaban tener la Biblia, ni la radio para escuchar
Radio María. Tampoco un rosario, con el argumento de que no se suicidara con
él. Afirma que le dieron una "sesión de corrientes en la cabeza para
quitarme las ideas. No pudieron quitarme a Cristo de la cabeza porque Cristo
estaba en mi corazón", explica.
Él puso dos condiciones para su nuevo ingreso: que
respetaran su ayuno eucarístico y que constara que ingresaba voluntariamente.
En aquel tiempo cambió su nombre de Jesús a Suso, en recuerdo del sacerdote al
que de niño ayudaba como monaguillo.
Intentó convertirse en sacerdote, pero la Iglesia no
le dejó. Él declara que no guarda rencor a nadie. "He aceptado la Cruz que
el Señor me ha dado. He descubierto que tengo más necesidad de darme a los
demás que de preocuparme de ser amado. El Señor me ha dado una gracia muy
grande por haber llegado a comprender lo torpe y lo inútil que soy. Reconocer
lo que somos nos da más agilidad en la vida. Yo he encontrado gozo en el
sufrimiento por saber comprenderlo y aceptarlo".
En el año 2009 realizó el sacramento de la
Confirmación y desde 2010 es voluntario en una residencia de ancianos de Alcalá
de Henares. Para él el Cielo es "un inmenso psiquiátrico donde la medicina
que se da es el amor".
NOTA
Suso del Pino ya publicó una versión de su testimonio
en una web homenaje a la Santa Cruz, bajo el título La humilde firma de Dios y
con prólogo del vicario de Alcalá de Henares, Javier Ortega, que es su director
espiritual.
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